lunes, 24 de diciembre de 2012

Otros motivos… Palabras.

Todos aquellos que perdemos algo somos despojados 
queda todavía un gajo sutil
que, como la luna, alguna túrbida noche 
obedecerá al reclamo de las mareas…
Cuando te fuiste, vino el afecto.
La cena del corazón queda lista 
cuando el huésped se ha marchado.
E. Dickinson


Mi corazón terrible y puro
lleno de secretos oscuros,
y cicatrices profundas
que saben que el silencio
es la mentira perfecta
y toda la verdad…
que éste se rompe y rasga
ante la música y su tragedia.

Desde la soledad del pantano
que es distinta a la de la montaña.
Esa soledad fría, pero iluminada;
y ésta que es húmeda y oscura,
que sólo refleja esa luna
en su lento paso por la noche,
los límites físicos y precisos
de un silencio, que retoña de pronto;
cuando la vocación de las palabras
se pierde en el eco de su sonido,
y se separan de su sentido.

Palabras que no son convenios
ni «deals» de infíeles banqueros
o cerditos que guardan dineros
de plástico y reparten besos
de viejos, en viejos rascacielos
que por andares culturales,
son despojos de algo
que el tiempo no contempla
ni la libertad.

Palabras que no piden pezones
para besar, ni se jactan de ser
las «mejores» en ello, o lo otro;
Que sin plagio, ni mano negra
sin el aullido del lobo, repetido,
sólo saltan en la oscuridad
de los secretos del amor,
que es ahí donde está la vida,
dicen… por el oriente. Palabras
que con una incierta propiedad
sueltan lo que se siente en el ser,
sin estar, el actuar del falso papel
de la maquillada integridad.

Sutiles gajos que traspasan el amor,
por derribo, que hay gente con clase
y clases de gente, que en las malas
y las buenas, la luz encuentra brillo,
donde decir te quiero o amor
no se significa nada, sin el alma,
puesta como las piedras en el mar
que obedece en su erosión,
al reclamo de las mareas.

Palabras como huéspedes de traiciones
y mentiras, residentes de la lengua
de la arena blanda, húmeda blancura
que protesta, alimenta y alienta
una guerra contra el corazón
de las tinieblas y las erratas
asiduas a las coronas de laureles.


Ésta es mi carta al mundo,
al que nunca me escribe…
la música de mis palabras
la natural soltura que reciben
que saltan como una rana
para ver cuando respiran.



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El dialogo es el caldo, donde se cuece o cocina la vida…