Para entonces san Jorge había matado al dragón, suponiendo que era el último… siendo sinceros, los dragones nunca mueren sólo se hacen sal, y revolotean toda la eternidad por el alma y la mente, de quien se la come… Gaudi lo sabía… Y en la torre encantada, la princesa esperaba un dragón para ser cautiva de sus desaires. Los dragones comen vanidad y quien los acecha, mentiras… Despierto, y la busco sin vanidad y sin mentiras, ¡pero no está! su piel en flor es como una promesa en tercera persona… de esas de navidad… o reyes. Hoy puse todo en el piso, para hacer caminos y recorrer mi vida, halle que estaba yo ahí, sin san Jorge, ni princesa, entre dragones…
y todo era rojo quemado.