En este mundo de mentiras, decir la verdad es reaccionario… revolucionario.
más en donde pareciera que
Alexander Dumas tendría razón
en su última línea:
«…de éste mundo que sólo pertenece
a ladrones y prostitutas»
La riqueza sin trabajo que la dignifique se traduce en ocios perversos que ciegan la mirada impidiendo ver el valor de las personas, aquellos con los que convivimos sin esfuerzo y los vemos sólo porque están. Y nos orilla a una búsqueda de placer, que sin la consciencia es sólo vacío, porque la consciencia implica aquello que separa los seres de la materia incluso de la propia. Es el conocimiento y la distinción entre sumar y restar, entre crecer y destruir, que sin un caracter que lo domine se deja llevar por los impulsos primarios: es mas facil cortar la flor o dejarla secar, que cuidarla y atenderla para que siempre floree. Y claro siempre habrá otras flores para negociar sin ninguna ética el como dejarlas secar prometiendo una ciencia inhumana capaz de plastificar y planchar cualquier trazo de existencia que deje rastros de algún sacrificio, de bondad o naturaleza. Asegurando así una política de existencia, cuyo unico principio es la carencia de cualquier principio.
Yo, que soy yo.