miércoles, 23 de enero de 2013

La luz herida.


Estar receptivo es ser la tierra bajo las sombras
esperar la llegada una semilla que le de sentido;
ser oscilando un fuego que provoca sombras
mientras bailan, al iluminar, mantienen distancia.

Hiriendo la luz, llega un grito desde esa prisión
de naturaleza oscura, sonido que busca un alma
una existencia donde todo es tinieblas sin la luna,
el lugar tiránico donde autoridad, es ser perjuicio. 

Un juicio explica, propone escribir en la historia
como es la adversidad, la imagen de una locura,
cómo pequeñas cosas y cuándo se es un imbécil,
si el diario no habla de ti, de como conviene al ser
en esta oscura pasión o ante estas circunstancias.

Mantener la propia luz como solicitar un perdón
habrá que esconderla junto a la actitud de dar,
sin jardín de rosas, para prevalecer en voluntad
sin solicitar perdón y sin jardin de rosas
que se la distinga desde fuera. Sólo así.

Una imagen llega desde el inicio
si la luz se ha sumergido en la tierra
como cae una dura semilla de cereza
oscureciendo la luz, contaremos mil veces
el cuento de la zorra y el sabueso.

Vivir como la gran masa, calcetín sin par
vela su luz y sigue brillando, juguete roto 
juega con cautela y reserva, son esenciales
cada día es el primero para decir lo mismo.

Ir entre recuerdos sin despertar la enemistad
palabras para conductas desconsideradas
así dejar pasar muchas cosas,
como si hubiésemos sido engañados
por una luz pálida, herida.