viernes, 12 de noviembre de 2010

Piernas

Ey, puedes dejarme caer,
no vuelo,
si puedo levantarme,

tiene algo la vida
para ello

pero por favor, ninguna
complacencia

sacrificios para santos
y el infierno
del pensamiento
es nuestro
nido…

estamos hechos de ceniza
y fuego
de eternidad
detenida

no hay infinito
que dividir

porque uno mas uno…

es uno.

21 años… ya!

Solía explicarte que la arquitectura (no sin cierta inocencia, lo confieso, aunque aun lo sostengo), era un acto de amor a la comunidad, que si no hay comunidad ésta carece de sentido; decíamos que las casas burguesas en las que en su sin sentido estaba su concepto, que ser burgués es por definición no comunitario, (es innecesario el uso del adjetivo previo "pequeño", dado que la pequeñez esta en el pensamiento burgués no en la cantidad acumulada de sus recursos); explorábamos éste concepto desde su elasticidad, anulando la visión fascista de se es o no se es, sin caer en la tentación de los dogmas, apuntábamos el concepto de lo  incluyente, «también es así» y hasta donde, un ser humano es parte de un sistema, de como y donde la ética llevada al plano de lo personal y lo profesional se convertiría en una estética definida: si la arquitectura (en su conceptualización «fondo») es la celebración comentada del ritual de existir, donde el espacio asiste y facilita al ser humano en éste ritual. ¿Como es el ritual de existir para quien decide no existir? Como pretender entonces una unidad arquitectónica contextual y conveniente entre las otras, donde la idea de comunidad, es el perjuicio y el prejuicio: el uso y abuso del otro ser humano, aunado a la negación de la existencia.

Hablamos entonces desde ahí de la falta de una «democracia social», separada de estas dos formas de existencia basada la primera en la «envidia», motor de la burguesía: solo quiero tener más que… o la segunda, en la solución de «el problema social» y «la masa» siempre en abstracto y con consideraciones numéricas de orden paternalista: "interés social, vivienda mínima, crédito familiar"; en el juego perverso: te permito el abuso y la explotación, en tanto no me exijas existir y ser responsable de mi. Ésta «masa» que encuentra su pasión en lo colectivo y lo vulgar más que en lo comunitario, muy distinta de aquella burguesía apasionada solo en la envidia, el coleccionismo (hasta del conocimiento), el abuso y, la relación entre ellas: si ésta sería sostenible en el tiempo frente a los albores de una democracia incluyente. Concluíamos entre otras cosas, sobre el carácter filosófico y político intrínseco en la arquitectura, el arte para ser vivido en comunidad, sin importar si ésta es una sola pareja o las oficinas generales de la coca-cola; se vive en comunidad. Estamos al borde de un sentido de comunidad real obligado ya por la violencia, o de la destrucción fatal del «pacto social». Algo tenemos que hacer, y nada hicimos…

Hoy fuera de la relación de discipular y en equipo, tenemos semanas planteando la posibilidad de un criterio, ya no concepto, para educar no desde la técnica de «hacer» (o aplicar lo descrito), sino aplicar la intuición y el pensamiento educado, responsable, comprometido al «quehacer» desde lo más humano posible: asumirse uno, cada quien  por si mismo, como parte integral y del «todos», la comunidad (ante la realidad del gravísimo problema que  ya planteado con los médicos, financieros y economistas que se limitan a aplicar rigurosamente lo indicado, sin cuestionar ni reflexionar sobre éste «hacer», como autómatas vacunados de lo humano). Lo que nos obliga a la reflexión educar tiene  sentido  en el crecimiento y aprovechamiento del entorno y sus medios por la comunidad, ¿Donde esta entonces la  comunidad?,  Revisando cada uno su propia experiencia vivida: por tu parte, desde la desesperanza, esa sorprendente lucidez tuya, que entonces te llevaba a las lagrimas: la conciencia de que la vida profesional de una mujer eran sus estudios; y todo aquello que sucediera antes de la hora final: encontrar un marido… que resolviste quedándote, en la trinchera enseñanza; yo por mi parte la planteo el demoler  a «tabala raza» la estructura emocional del aspirante, que para ser arquitecto debe irremediablemente reconstruir ésta estructura desde sí mismo y su relación con el arte, donde la vocación y el talento se hacen imprescindibles. Más allá de definir que, como y cuando deben aprender y con que didáctica; hay aquí pienso que crear un espacio abierto para la reflexión, para cuestionar, para la duda, para «aprehender» como parte integral de la educación.

El reto: ¿Como lograremos llevar el sentido de la educación al ámbito de «aprehender»? Al ser y existir desde el compromiso no solo con la arquitectura, sino como parte de una comunidad; y todo en un país donde no hay lo previo: sentido de comunidad.